viernes, 28 de noviembre de 2014

DECLARACIÓN SOBRE EL LLANTO DE LOS BEBÉS...

Hombres y mujeres, científicos y profesionales que trabajamos en distintos campos de la vida y del conocimiento, madres y padres preocupados por el mundo en el que nuestros hij@s van a crecer, hemos creído necesario hacer la siguiente declaración:
Es cierto que es frecuente que los bebés de nuestra sociedad occidental lloren, pero no es cierto que sea "normal". Los bebés lloran siempre por algo que les produce malestar: sueño, miedo, hambre, o el más frecuente, y que suele ser causa de los anteriores, la falta del contacto físico con su madre u otras personas del entorno afectivo.
El llanto es el único mecanismo que los bebés tienen para hacernos llegar su sensación de malestar, sea cual sea la razón del mismo; en sus expectativas, en su continuum filogenético no está previsto que ese llanto no sea atendido, pues no tienen otro medio de avisar sobre el malestar que sienten ni pueden por sí mismos tomar las medidas para solventarlo. El cuerpo del bebé recién nacido está diseñado para tener en el regazo materno todo cuanto necesita, para sobrevivir y para sentirse bien: alimento, calor, apego; por esta razón no tiene noción de la espera, ya que, estando en el lugar que le corresponde, tiene a su alcance todo cuanto necesita; el bebé criado en el cuerpo a cuerpo con la madre desconoce la sensación de necesidad, de hambre, de frío, de soledad, y no llora nunca. Como dice la norteamericana Jean Liedloff, en su obra "The continuum concept", el lugar del bebé no es la cuna ni la sillita ni el cochecito, sino el regazo humano. Esto es cierto durante el primer año de vida; y los dos primeros meses de forma casi exclusiva (por eso la antigua famosa "cuarentena" de las recién paridas); luego, los regazos de otros cuerpos del entorno pueden ser sustitutivos algunos ratos. El propio desarrollo del bebé indica el fin del periodo simbiótico: cuando se termina la osificación y el bebé empieza a andar: entonces empieza poco a poco a hacerse autónomo y a deshacerse el estado simbiótico.
La verdad es obvia, sencilla y evidente. El bebé lactante toma la leche idónea para su sistema digestivo y además puede regular su composición con la duración de las tetadas, con lo cual el bebé criado en el regazo de la madre no suele tener problemas digestivos.
Cuando la criatura llora y no se la atiende, llora con más y más desesperación porque está sufriendo. Hay psicólogos que aseguran que cuando se deja sin atender el llanto de un bebé más de tres minutos, algo profundo se quiebra en la integridad de la criatura, así como la confianza en su entorno. Los padres, nos han educado en la creencia de que "es normal que los niños lloren" y que "hay que dejarles llorar para que se acostumbren", y por ello estamos especialmente insensibilizados para que su llanto no nos afecte, a veces no somos capaces de tolerarlo. Como es natural si estamos cerca de ellos, sentimos su sufrimiento y lo sentimos como un sufrimiento propio. Se nos revuelven las entrañas y no podemos consentir su dolor. No estamos del todo deshumanizados. Por eso los métodos conductistas proponen ir poco a poco, para aguantar cada dia un poquito más ese sufrimiento mutuo, Esto tienen un nombre común, que es la "administración de la tortura", pues es una verdadera tortura la que infligimos a los bebés cuando hacemos esto, y nos infligimos a nosotros mismos, por mucho que se disfrace de norma pedagógica o pediátrica.
Varios científicos estadounidenses y canadienses, en la década de los noventa, realizaron diferentes investigaciones de gran importancia en relación a la etapa primaria de la vida humana; demostraron que el roce piel con piel, cuerpo con cuerpo, del bebé con su madre y demás allegados produce unos moduladores químicos necesarios para la formación de las neuronas y del sistema inmunológico; en fin, que la carencia de afecto corporal trastorna el desarrollo normal de las criaturas humanas. Por eso los bebés, cuando se les deja dormir sol@s en sus cunas, lloran reclamando lo que su naturaleza sabe que les pertenece.
En Occidente se han creado en los últimos 50 años una cultura y unos hábitos, impulsados por las multinacionales del sector, que elimina este contacto íntimo de la madre con la criatura y deshumaniza la crianza; al sustituir la piel por el plástico y la leche humana por la artificial, se separa más y más a la criatura de su madre. Incluso se han fabricado modelos de walky-talkies especiales para escuchar al bebé desde habitaciones alejadas de la suya. El desarrollo industrial y tecnológico no se ha puesto al servicio de las pequeñas criaturas humanas, llegando la robotización de las funciones maternas a extremos insospechados.
Simultáneamente a esta cultura de la crianza de los bebés, se medicaliza cada vez más la maternidad de las mujeres; lo que  tendría que ser una etapa gozosa de nuestra vida sexual, se convierte en una penosa enfermedad. Entregadas a los protocolos médicos, las mujeres adormecemos la sensibilidad y el contacto con nuestros cuerpos, y nos perdemos una parte de nuestra sexualidad: el placer de la gestación, del parto y de la exterogestación, lactancia incluida. Paralelamente las mujeres hemos accedido a un mundo laboral y profesional masculino, hecho por los hombres y para los hombres, y que por tanto excluye la maternidad; por eso la maternidad en la sociedad industrializada ha quedado encerrada en el ámbito privado y doméstico. Sin embargo, durante milenios la mujer ha realizado sus tareas y sus actividades con sus criaturas colgadas de sus cuerpos, como todavía sucede en las sociedades no occidentalizadas. La imagen de la mujer con su criatura tiene que volver a los escenarios públicos, laborales y profesionales, so pena de destruir el futuro del desarrollo humano.
A corto plazo parece que el modelo de crianza robotizado no es dañino, que no pasa nada, que las criaturas sobreviven; pero científicos como Michel Odent, apoyándose en diversos estudios epidemiológicos han demostrado la relación directa entre diferentes aspectos de esta robotización y enfermedades que sobrevienen en la edad adulta. Por otro lado, la violencia creciente en todos los ámbitos tanto públicos como privados, como han demostrado los estudios de la psicóloga suizo-alemana Alice Miller y del neurofisiólogo estadounidense James W. Prescott, por citar solo dos nombres, también procede del mal trato y de la falta de placer corporal en la etapa primera de la vida humana. También hay estudios que demuestran la correlación entre la adicción a las drogas y los trastornos mentales, con agresiones y abandonos sufridos en la etapa primaria. Por eso los bebés lloran cuando les falta lo que se les quita; ell@s saben lo que necesitan, lo que les correspondería en ese momento de sus vidas.
Deberíamos sentir un profundo respeto y reconocimiento hacia el llanto de los bebés, y pensar humildemente que no lloran porque sí, o mucho menos porque sean malos. Ell@s nos enseñan lo que estamos haciendo mal.
También deberíamos reconocer lo que sentimos en nuestras entrañas cuando un bebé llora; porque pueden confundir la mente, pero confundir la percepción visceral es más difícil. El sitio del bebé es nuestro regazo: en esta cuestión, el bebé y nuestras entrañas están de acuerdo, y ambos tienen sus razones.
No es cierto que el colecho sea un factor de riesgo para el fenómeno conocido como muerte súbita. Según The Foundation for the Study of Infant Deaths, la mayoria de los fallecimientos se producen en la cuna. Estadísticamente, por lo tanto, es más seguro para el bebé dormir en la cama con sus padres que dormir solo. (Angel Alvarez, www.primal.es) Por todo lo expuesto, queremos expresar nuestra gran preocupación ante la difusión del método propuesto por el neurólogo E. Estivill en su libro Duérmete niño, basado a su vez en el método Ferber, divulgado en EEUU, para fomentar y ejercitar la tolerancia de los padres al llanto de sus bebés; se trata de un conductismo especialmente radical y especialmente nocivo, teniendo en cuenta que el bebé está aún en una etapa de formación. No es un método para tratar los trastornos del sueño, como a veces se presenta, sino para someter la vida humana en su más temprana edad. Las gravísimas consecuencias de este método ya han empezado a ponerse de manifiesto.
Necesitamos una cultura y una ciencia para una crianza acorde con nuestra naturaleza humana, porque no somos robots, sino seres humanos que sentimos y nos estremecemos cuando nos falta el cuerpo a cuerpo con nuestros mayores. Para contribuir a ello, para que tu hij@ deje de llorar ya, y si te sientes mal cuando escuchas llorar a tu bebé, hazte caso, cógele en brazos para sentirle y sentir lo que te está pidiendo; posiblemente sólo sea eso lo que quiere y necesita, el contacto con tu cuerpo. No se lo niegues. "Cuando un recién nacido aprende en una sala de nido que es inútil gritar... está sufriendo su primera experiencia de sumisión" (Michel Odent)
Reproducido de la declaración, incluida en el CD de ROSA ZARAGOZA: "Néixer, renéixer"

lunes, 11 de agosto de 2014

Matemáticas a los 4: para llamar a la policía – Sobre la incompetencia inducida...

 "para qué tanta prisa???

  Bastante corta es ya la infancia, para desvirtuarla queriendo hacer de los niños pequeños adultos. Como dice el pedagogo Christopher Clouder: hay mucho tiempo para ser adulto, muy poco para ser niño. No lo acortemos aún más. De ahí no puede salir nada bueno.
En la naturaleza todo proceso tiene su ritmo. Y el ser humano también es naturaleza."
Circula por internet un vídeo de un niño de 4 años que llama a la policía para que le ayude a resolver sus deberes de matemáticas. No sé qué resulta más perturbador: si la desolación del niño que se siente incapaz de resolver los ejercicios, o los comentarios de los adultos sobre lo “gracioso” de la situación. Y sí, sería gracioso si no fuera lamentable.
No sé en qué momento el mundo adulto decidió que saltarse etapas y empujar a los niños hacia una madurez imposible es bueno para ellos. Es evidente que no sólo no es útil, sino que les está dañando.
En el año 2013, un grupo de 130 expertos británicos en educación advirtió que los niños no deberían empezar la educación escolar a los 4 ó 5 años, como se está haciendo ahora, sino a los 6 o 7. Según los expertos, la escolaridad temprana está generando un daño profundo a generaciones a las que se está privando de la posibilidad de aprender a través del juego.  
Sobre el hecho de llevarse a casa deberes ¡¡a los 4 años!! no voy a añadir nada. Eso también es de juzgado de guardia. Habría que aprender de los franceses.
No nos engañemos: uno de los elementos más importantes del éxito del sistema finlandés es que la escuela propiamente dicha comienza a los 7 años. Antes de esa edad, todo el tiempo se dedica a jugar, el máximo posible al aire libre. ¡¡Y hablamos de un clima extremo!!
Es un verdadero problema que quienes legislan sobre educación contemplen a los niños como una caja que hay que llenar de datos, y no como seres en evolución con una características y necesidades muy concretas en función de la edad. Bajo ese paradigma, parece que cuanto antes empieces, más datos metes en la caja. Solo que en la vida real las cosas no funcionan así.  No cargarse su propio interés por aprender debería ser la prioridad número 1.
Ese es otro secreto del éxito finlandés: los políticos no legislan sobre educación, son los propios docentes y pedagogos los que regulan y actualizan el sistema.
En el mismo sentido, merece la pena observar este vídeo en el que un grupo de estudiantes son sometidos a una prueba imposible de resolver, y de qué forma eso afecta a su autoconfianza para enfrentarse a tareas posteriores que sí habrían podido abordar sin dificultad en condiciones normales. Aunque el vídeo ha sido titulado “indefensión aprendida”, lo cierto es que habría sido mejor llamarlo “incompetencia inducida”. Para reflexionar sobre el efecto que sobre la capacidad de aprendizaje puede tener el hecho de enfrentar a los niños pequeños a tareas para las que aún no están maduros.
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Por último, la pregunta del millón: ¿para qué tanta prisa?  Bastante corta es ya la infancia, para desvirtuarla queriendo hacer de los niños pequeños adultos. Como dice el pedagogo Christopher Clouder: hay mucho tiempo para ser adulto, muy poco para ser niño. No lo acortemos aún más, no la acortemos aún más, no vayamos a romperles las alas.

En la naturaleza todo proceso tiene su ritmo. Y el ser humano también es naturaleza.
Isabel Fernandez del Castillo

miércoles, 15 de enero de 2014

Por qué no obligar a dar besos a los niños

Hay una cosa que pasa siempre en reuniones familiares, llegas, con tu crío en brazos o de la mano, y hay 10 o 30 familiares políticos, los hermanos de la tía Conchita, el padrino del compadre de la cuñada de tu suegra, la tía Chuchita y las primas de las amigas de tu cuñada.

Empiezan a saludar y tu niño saluda de beso a los que conoce, y con los desconocidos se les queda mirando serio, algunos entienden que es un niño que no los conoce y lo dejan pasar,  otros le piden beso y empiezan con la cantaleta “¿pero por qué no quiere darme beso??” .
Mas problemático es cuando los familiares intervienen con el “dale besooo, es el esposo de la hermana de mi comadre perenganita, el te conoce y te quiere mucho”, en la vida lo ha visto el pobre niño, o en casos extremos llegan a tomar de la cara al niño y obligarlo a dar besos o a abrazar a la persona, que ya está hasta apenada y no alcanza mas que a musitar un “dejelo, está chiquito, no pasa nada”.

“Noooo es que TIENEN que aprender a saludar, nosotros siempre somos muy educados.”

Si, usualmente somos educados con los adultos alrededor, pero con nuestros hijos  somos tremendamente maleducados, ¿A tu esposo le extenderías los brazos a fuerza y lo lanzarías en brazos de una señora a darle abrazo y beso para quedar bien??
Claro que es importante saber socializar, saber saludar, saber convivir, pero esas cosas se aprenden, no se obligan, si vives con unos padres que saludan, que se despiden, que son amables y atentos con los demás, los niños lo terminan copiando, sin necesidad de “enseñarlos” a fuerza.
Otro punto, para los niños pequeños un extraño es un extraño, es alguien a quien hay que ver con desconfianza, sí, nosotros lo conocemos aunque teníamos años o meses de no verlo, pero con los niños es diferente, el no acercarse a un extraño es cuestión de sobrevivencia.

¿A que no lo habías visto de ese modo?

¿Has escuchado esas historias aterradoras de niños abusados o robados??
Bueno, te voy a comentar una cosa, un niño es muy pequeño para saber decir NO a ciertas cosas, en lo que aprende que si y que no, nosotros lo debemos guiar, pero esos NO’s de nuestros hijos les ayudan a reafirmar su asertividad, a que en un futuro, igual te dijeron !no quiero! a algo, pero mas adelante puedan decirle ¡alto! a alguien con malas intenciones, o que les diga que los acompañe en secreto.
Un gran porcentaje de tocamientos o abusos sexuales con niños es por alguien de la familia.

¿Y eso que tiene que ver con que salude?

Es que al obligarlo, ponerle la cara a fuerza para el beso, lanzarlo a los brazos de alguien que no quiere abrazar estas tu doblegando su espíritu, enseñándole que la voluntad del adulto vale mas que la suya, y despojándolo del poder sobre su cuerpo, al disponer de el y entregarlo a la otra persona. Con eso, ¿cómo va a tener fuerza para negarse a un acercamiento indebido? o a otras cosas.
Si lo que les hemos enseñado es a “ser obedientes”  a costa de lo que sea, les aplastamos su asertividad y los dejamos indefensos. No, no todos los niños estarán en peligro de ser víctimas de un abuso o tocamiento, pero ¿Cómo saber quien sí y quien no?
Con las niñas a largo plazo también, si no les permitimos negarse a saludar al tío Román que apesta a cigarro, ¿cómo va a aprender a ponerle límites al novio o a algún amigo con quien salga? Finalmente les enseñamos que su cuerpo no es de ellas.

¿Eso significa dejarlos ser unos maleducados??

Por supuesto que no, ¿cómo aprende un bebé o un niño a socializar? observando cómo socializan sus mayores desde la seguridad de los brazos de su mamá, o junto a alguien de confianza, donde ve como nos saludamos, cómo conversamos, las atenciones que tenemos con los demás, y poco a poco los niños empiezan a encontrarles sentido a nuestras costumbres, y por imitación lo irán haciendo.
Si llegamos a una reunión, tal vez salude de beso a los mas cercanos, a la gente que no conoce la salude de mano, o no un “hola” o un “buenas tardes” de lejos, o nosotros lo ayudemos saludando por él, ya que crezca un poco mas entenderá mas las convenciones sociales,  igual mas tarde entrará en confianza y se despida alegremente de la tía que al inicio no quería ni saludar.
Si un niño no quiere acercarse a alguien, o de pronto ya no quiere hablar o saludar a alguna persona, ojo, puede ser alguna otra causa, pero observa que pasa, no simplemente lo obligues, eso no es socializar.
Nuestros niños no son algo de lo que podemos disponer para quedar bien, son personas, con derechos, con un cuerpo que les pertenece y que debe respetarse. Los modales se aprenden con el ejemplo y a respetar se aprende siendo respetados.



martes, 14 de enero de 2014

nueva educación.

-No des a la enseñanza una forma que les obligue a aprender por la fuerza. 
-¿Por qué?
-Porque no hay ninguna disciplina que deba aprender el hombre libre por medio de la esclavitud. El alma no conserva ningún conocimiento que haya entrado en ella por la fuerza.
-Cierto.
-No emplees, pues, la fuerza, mi buen amigo, para instruir a los niños; que se eduquen jugando, y así podrás también conocer mejor para qué está dotado cada uno de ellos. 

(Platón)


Colegios públicos prescinden del libro de texto y apuestan por una educación experimental...

jueves, 9 de enero de 2014

alice miller

Lo mejor de Alice Miller...
Si he decidido dedicar este blog a la obra de Alice Miller es porque, en mi opinión, ningún otro psicólogo ha profundizado hasta los últimos recovecos de la psique humana. Aunque su obra trata fundamentalmente sobre el maltrato infantil y sus efectos en la madurez, indirectamente abarca casi todos los campos del pensamiento, dotándolos de una nueva y asombrosa perspectiva nunca antes vista. Resulta vano hablar de desarrollo emocional, pensamiento positivo, amor universal o meditación si antes no exploramos con valentía la historia de nuestra infancia ni dejamos salir con lucidez el odio y la rabia que la mayoría tuvimos que reprimir  —pero que inconscientemente desviamos en los demás— para ganarnos el afecto de nuestros padres, y que todavía en la madurez seguimos reprimiendo, ocasionándonos toda suerte de enfermedades físicas y mentales. Si las víctimas de una educación autoritaria no encuentran el valor de profundizar en su historia, de sacar su rabia mediante un profundo autoanálisis, seguirán proyectando su rabia contenida hacia personas sustitutorias. Alice Miller: «Como padres pueden utilizarla con sus hijos; como psiquiatras con sus enfermos mentales y como investigadores, con animales». También podríamos añadir: Como jefes de empresa con trabajadores; como profesores con alumnos; como jueces con acusados; como funcionarios de prisiones con presidiarios; como curas y monjas con niños; como gobernantes, policías y militares, con ciudadanos…
           Por muy inteligentes y por muy buenas personas que creamos ser, si carecemos de una formación básica de psicología nos será imposible comprender objetivamente la psique de nuestros hijos, así como la propia, cometiendo el terrible error de sobreprotegerlos, por ejemplo, y haciendo de ellos unos tiranos. Si durante años estudiamos para obtener una carrera o una titulación, ¿por qué no dedicar un poco de tiempo a conocer los entresijos del comportamiento humano, evitándonos así un sinfín de errores irreversibles? Libros como el bestseller “Cómo hablar para que sus hijos le escuchen y cómo escuchar para  que sus hijos le hablen”, de A. Faber y E. Mazlish; “Entre padres e hijos”, de  Haim G. Ginott; “Niños optimistas”, de Martin E. P. Seligman; “El niño feliz”, de Dorothy Corkille; Niños desobedientes, padres desesperados, de Rocío Ramos Paul; y “El drama del niño dotado”, “Por tu propio bien”, y “Salvar tu vida”, de Alice Miller, pueden sernos de enorme utilidad.

Artículos de Alice Miller en Español