jueves, 28 de noviembre de 2013

silla de pensar...

Una silla es un asiento con respaldo, por lo general de 4 patas, en el que solo cabe una persona (o un cerebro). Es una definición sencilla. Definir “pensar” ya es más complicado, ya que es algo no observable. Es un término relacionado con la inteligencia, con tomar decisiones, con reflexionar, opinar, analizar, producir ideas, planificar, organizar, predecir, anticipar, imaginar…
Yo ahora mismo estoy pensando, y estoy en una silla. ¿Estoy utilizando la técnica de la silla de pensar? Yo creo que no, puesto que hay una gran diferencia: lo he elegido. Y cuando se manda a un niño/a a pensar a una silla lo eligen los adultos. El niño/a no lo decide.
Yo soy un defensor de ayudar a pensar a los niños/as, adaptándonos a su desarrollo cognitivo. La aparición del lenguaje es uno de los principales hitos del desarrollo, ya que sin lenguaje no hay pensamiento. Potenciar el lenguaje interior de los niños/as, sus pensamientos, es fundamental para madurar y crecer de forma inteligente. Cuando un niño/a aprende a hablarse a sí mismo, ya es libre.
Hay que dejar que los niños/as se hablen a sí mismos, ya sea en una silla, en la cama, andando o merendando. Pero a su ritmo, con sus tiempos, sin forzar.  Todo lo que ya puedan analizar, sacar conclusiones, valorar, enjuiciar, crear… que lo hagan. Cuando desde fuera nos excedemos en explicaciones, argumentos, reflexiones, intentar convencer… mal asunto. Yo siempre digo a los padres, cuanto más funciona tu cerebro, menos funciona el de tu hijo/a. Los sermones, las charlas, eso que ya has contado a tu hijo/a varias veces, infantiliza, no potencia su pensamiento, ni su aprendizaje y maduración.
Las familias que usan la silla de pensar lo utilizan cuando surgen conflictos, y la alteración emocional normalmente campea a sus anchas. O el niño/a está enfadado, o los padres están enfadados, o ambos están enfadados. Cuando se utiliza la silla de pensar existiendo este descontrol emocional, se desconoce por completo el funcionamiento de nuestro cerebro. Es imposible “pensar” cuando tu cerebro está invadido por la ira. Cuando se está enfadado sólo te vienen a la cabeza pensamientos relacionados con la injusticia  (¿cuántas veces hemos odio decir “esto es injusto”?). Sólo nos funciona la parte cerebral más antigua, la del instinto y la supervivencia, la de la defensa. Es como si el cerebro estuviera reducido, secuestrado por la ira. Mandar a alguien a pensar en esa situación, sea en una silla o en la lámpara del salón, es absurdo.
Simplemente piensa cuando estás muy enfadado por algo, y alguien te dice, aunque sea con ternura y delicadeza, “anda, siéntate ahí y piénsatelo”. Pues eso, es fácil que le mandes a freír monas. Tú decides cuando pensar y dónde.
Ante los conflictos con los niños/as, los que se tienen que ir a pensar (sea en una silla o no), como mucho, son los padres. Cuando un niño provoca, se enfada, se altera, suele tener razón. Algo hemos hecho mal los adultos, alguna contradicción entre lo que pensamos, decimos o hacemos. Los niños/as se enfadan cuando detectan incoherencias, imprevistos, inseguridades. En lugar de llevar a tu hijo/a a pensar a una silla, déjale pensar lo que quiera donde quiera, atiende al plano emocional, y aprovecha para analizar qué ha pasado. ¿Estaba yo enfadado? ¿Cómo le he dicho lo que le he dicho? ¿Le he dicho una cosa y estoy haciendo otra? ¿Le he trasmitido mensajes de confianza? ¿He sido respetuoso? ¿Estoy entendiendo su malestar? ¿Me he excedido en mis argumentos? ¿Estoy imponiendo lo que tiene que pensar? ¿Estoy enjuiciando su actuación? ¿Le estoy diciendo algo que ya ha escuchado cientos de veces? ¿Le estoy diciendo continuamente lo que tiene que hacer?
Si establecemos pautas educativas coherentes, respetuosas, creíbles, predecibles, empáticas… fortalecemos esa seguridad que necesitan nuestros hijos/as para crecer, tomar decisiones, pensar… y no hace falta poner a ese cerebro en un asiento con respaldo, por lo general de 4 patas, ni inventarnos la cómoda de la reflexión, ni el sofá de la anticipación, ni el perchero de la creatividad, ni la alacena de la planificación, ni la mesa de la atención, ni el escritorio del control inhibitorio, ni la alfombra de la inteligencia…
http://www.pedagogiablanca.com/2013/12/02/realmente-necesitamos-una-silla-para-pensar/

http://www.abc.es/familia-padres-hijos/20131213/abci-silla-pensar-201312131207.html
http://www.amormaternal.com/2012/01/silla-de-pensar-no.html



"Si yo estuviera en un aula de 3-4-5 tendría claro que una de mis prioridades sería hacer un rincón...sí...otro más...el rincón de las Emociones y habilidades sociales o comunicativas ( Que en especial se lleva mucho pero en Infantil parece que no hace falta) Un rincón para hablar cada día de sus conflictos personales, de cómo se encuentran y de cómo se sienten ante determinadas actitudes o cosas que hayan pasado a lo largo del día en el que todos puedan hablar, no una asamblea para ver que dia hace no sino una asamblea para saber cómo se sienten. Intentaría representarlo con un muñeco con un bocadillo de pensar en el que su emoción cambiara en función de las incidencias del día ( positivas o negativas) y dentro de ese bocadillo de pensar pudieramos colocar fotos o imagenes sobre lo sucedido en el aula y lo que le ha hecho sentir a ese personaje, para trabajar así la empatía. Pero para mi lo mas importante no es actuar sino prevenir....por lo que lo principal es trabajar con ellos las emociones, ¿ Que es estar enfadado o furioso? ¿ Por que me pasa? ¿ Que me pasa? ¿ Que puedo hacer si me enfado? Intentar darles una guia para saber que hacer con esas emociones que no saben controlar, lo que pueden hacer si se enfadan con otros o se sienten tristes o contentos y lo que no se puede hacer hacia los demás, Creo realmente que en la prevención y la educación emocional se encuentra la clave de una clase sana emocionalmente"

Pensar no puede ser un castigo! Es algo maravilloso! Un niño pequeño no "piensa" por él solo si lo que ha hecho era correcto, o sobre cómo puede expresarse. Un niño en la "silla de pensar" se siente triste, apartado, herido y no querido. Necesita que el adulto le guíe con preguntas/reflexiones, para saber qué esperamos de él y qué es correcto o no. Y además no aprende nada, sólo que los que le apartan no le quieren, que es "malo", y no hay niños malos!, sino etiquetados y dañados emocionalmente que necesitan amor, límites y normas. Para que los niños comprendan qué comportamiento es el adecuado, debemos ayudarles a corregir el comportamiento incorrecto ofreciéndoles estrategias para serenarse hasta que puedan escucharnos y atendernos con claridad, y guiarlos después con nuestras preguntas/reflexiones y ejemplos de cómo deberían haber actuado. Y así me gustaría que actuaran los profesores.